miércoles, 16 de marzo de 2011

¿Cómo explicar la tragedia de Japón a los niñ@s superdotados?

Estoy triste y apenada por tantas cosas que podría escribir una entrada diaria en este blog solo para hablar de ello, claro que si  lo hiciera sobre las cosas que me causan indignación entonces tal vez necesitaría varios blogs especializados...

Pero hoy mi pesadumbre es enorme y me invade desde el viernes. Veo un país destrozado y una población que tendrá que reinventarse de nuevo y mi corazón se encoje. Y entonces pienso en nuestros niños y niñas haciendo preguntas de esas que tan bien saben hacer ellos, inquisitivas, a medio camino entre la ingenuidad de la infancia que aún cree que el mundo podría y  debería funcionar mejor y la  racionalidad que le permite su  avanzada capacidad. 

Los grandes problemas siempre les han atraído: el origen, la muerte, la existencia de Dios, la bondad... ¿cómo iba a escaparse de su escrutinio un tema como éste? Un terremoto, un tsunami, una alerta nuclear... y miles de preguntas se arremolinan en su cabeza. ¿Ya has decidido cómo vas a responderlas? Porque lo único que no podrás hacer es callarte cuando te las hagan y te las harán, seguro.


El cómo los niños lleguen a entender una catástrofe de dimensiones como la actual depende básicamente de  cómo nosotros, los adultos, nos enfrentemos a la situación y de la información que les demos. Los niños están expuestos por la televisión, los diarios y los comentarios con sus compañeros, por lo que es necesario que como adultos les expliquemos lo sucedido sin evadir el tema, pues de lo contrario los dejaríamos expuestos a sus fantasías.

Cómo hablar del tema
Antes de iniciar una conversación, lo ideal es indagar qué sabe, siente y cómo el niño se explica los hechos. A partir de eso, es necesario contextualizar la información, mostrándoles dónde sucedió el hecho, un mapa nos puede ayudar a situarlo.

Es probable que los niños se pregunten el por qué de lo que pasó. Se recomienda tranquilizarlos diciéndoles que esto ya ocurrió, que todo lo que va a venir son réplicas y que en algún momento puede ocurrir un terremoto, un tsunami o una erupción volcánica para que los niños vayan aprendiendo desde ya como enfrentar esto. En ocasiones puede ser necesario limitarles el que vean las noticias si creemos que les provocan demasiada ansiedad o angustia.

También es recomendable devolverles la sensación de control y disminuir la incertidumbre, señalándoles que pese a que hubo un problema que afectó a muchas personas, los heridos se están sanando en hospitales, se recogen los escombros y se busca reestablecer la normalidad.

Una buena opción de ordenar sus emociones y percepciones, como la impotencia, es que los padres planteen el tema en las conversaciones familiares e incentiven a sus hijos a plasmar los sentimientos de solidaridad en cartas o dibujos que pueden enviar a los afectados.

Aunque fuera posible, no se puede mantener a los niños aislados de la realidad, por dura que ésta sea, aunque la forma de narrarla debe de evitar el tono dramático.

Contestarles con sinceridad y trasmitirles seguridad son las mejores armas para ayudarles. Lo importante, sea cual sea la edad del niño, es hablar de forma natural de las cosas que pasan y contestar sus preguntas de manera sencilla, sin ocultar la realidad, pero evitando entrar en detalles y, sobre todo, animándoles a expresar sus sentimientos y plantearles todas las dudas que tengan.

Lo que deben saber los padres es que explicar sucesos sociales no incrementará el miedo de un niño, ya que es peor intuir que algo pasa sin saber que es realmente y como le afectará a su vida. Los adultos tienen que ayudar a los niños a sentirse seguros, incluso si ellos mismos se sienten vulnerables, deben hacerles entender lo que está sucediendo, y en qué medida pueden o no influir en sus vidas.

Cuando son pequeños, lo niños carecen de herramientas para analizar lo ocurrido y los padres deben ofrecerles la información y explicaciones que necesitan.


A cada edad una información

Los niños menores de seis años pueden ser los más afectados por las imágenes que ven y los sonidos que escuchan, ya que confunden los hechos con las fantasías y el miedo al peligro. Pueden aterrarse fácilmente, ya que no tienen la capacidad de ver con perspectiva las cosas y pueden pensar que todo lo que oyen en la televisión les puede pasar a ellos.
 
A medida de crecen les es más fácil diferenciar fantasía y realidad, pero pueden tener problemas para mantenerlas separadas en ciertos momentos. También pueden no darse cuenta de que es el mismo suceso el que sale repetidamente en televisión y pensar que es otro diferente y angustiarse aún más.

Por ello es importante que los padres les expliquen claramente que es exactamente lo que ha pasado. Además, al salir en televisión de una forma tan real y cercana, el niño puede pensar que el conflicto se desarrolla cerca de su casa, cuando no es así.

Cómo ayudarles
  • Ser sinceros, pero no abrumarlo con demasiadas explicaciones
  • Responder a su pregunta de utilizando conceptos sencillos y palabras adaptados a su edad, para que los pueda entender 
  • Ayudarle a hablar de cómo se siente, sin obligarle.
  • Preguntar sobre lo que ha visto, oído o sentido y animarle a dibujar o a escribir si se le ve muy afectado y no quiere contar nada. A través del dibujo o de la escritura reflejará cómo se siente
  • Hacerle sentirse a salvo, que note que su familia no va a dejar que a él le pase nada malo
  • Pasar tiempo con él sobre todo antes de dormir si nota que está angustiado.

Y tú ¿te vas a morir?
Los niños y niñas con altas capacidades pueden empezar a edades muy tempranas a preocuparse por la muerte (los niños suelen hacerlo a partir de los 6 años en adelante, que es cuando empezan a angustiarse por la posibilidad de que sus padres puedan morir y abandonarle).  Pero nuestra respuesta debe ser similar.  

Cuando preguntan sobre este tema, no se les debe decir que “sólo mueren las personas mayores”, porque pueden conocer algún caso de un padre de algún amigo o de un niño que ha muerto y se sentirán desorientados. Se les puede contestar que se muere cuando se acaba la vida, pero que normalmente la gente nace, se hace mayor, envejece y luego muere.

En cuanto a la pregunta de a dónde se va una persona cuando ha muerto. Se les puede explicar, si la familia es creyente, que va al cielo. En otros casos, a una estrella, o un lugar donde la gente está tranquila, en paz y donde no sufren, desde donde pueden seguir viendo, queriendo y protegiendo a la gente que quieren. Lo que es importante es eludir referentes de viaje cuando hablamos de la muerte, ya que la persona que va de viaje, vuelve y un niño no entenderá que una persona que ha muerto no regrese nunca. 

Si fallece una persona cercana al pequeño, hay que permitir que se “despida “ internamente y que elabore el duelo de manera personal. Tal vez necesite algo de tiempo para mostrarse como antes... tener paciencia y acompañarle en este tiempo es también una forma de manifestarle cariño.

Recordar que probablemente que su interés y preocupación por su propia muerte, que suele aparecer a partir de los 10 años, en ellos también sea precoz.

Una oportunidad para aprender
Ante temas tan delicados, es inevitable que los padres emitan juicios de valor acerca de lo sucedido.


Una recomendación para aprovechar las conversaciones que surjan de este hecho es fomentar valores positivos, como por ejemplo la solidaridad, la amistad, el compromiso, el hacer las cosas bien, entre otros.

Posibles reacciones:
  • Sensación de desprotección. Echan a andar su imaginación acerca de cómo murió esa gente y reviven lo que sucedió.
  • Surgen fantasías de que suceda un hecho de esas características en su entorno.
  • Posibles miedos a subir a aviones, edificios altos o estar solo.
  • Muchas preguntas acerca del por qué suceden estos hechos, de la existencia de la bondad, de un ser superior.
  • Sientes miedo de su propia muerte y la de familiares cercanos, ya que esto los contacta con el tema de la muerte.

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