¿Podemos ser más inteligentes en el trabajo, el amor y la vida? Los adelantos científicos ofrecen maneras comprobadas para aumentar la materia gris. Entrenamiento mental para agudizar la memoria; ejercicios aeróbicos para conservar la materia gris; meditación para agudizar las conexiones entre razón y emoción.
Todo suena muy bien, pero hay algo que siempre nos ha molestado acerca del creciente número de estudios que supuestamente indican la mejor manera de fortalecer el cerebro: no llegan demasiado lejos. Los ejercicios para mejorar la memoria son mejores para el cerebro que los reality shows, pero lo más que vamos a lograr es acceder más fácilmente a conocimientos ya existentes y dispersos por la corteza cerebral. Si no hay información, no habrá ejercicio mental que valga para entender por qué funciona el sistema de la Reserva Federal, por qué los confederados perdieron la Guerra Civil, cuál es la relevancia de Las señoritas de Aviñón de Picasso, o por qué Word se cerró repentinamente —por no mencionar el tipo de información que podría mejorar significativamente nuestra vida cotidiana—. ¿No sería maravilloso para entender mejor y recordar más todo cuanto leemos y escuchamos; aprender —y retener— nuevas habilidades que mejoren nuestras perspectivas de empleo (¡presentaciones de PowerPoint!); y conectar fragmentos de conocimiento que, por ejemplo, nos ayuden a discernir los intereses del jefe?
Eso es justo lo que todos queremos: saber más, entender profundamente, ser más creativos, retener nuestras lecturas, visualizar conexiones que son invisibles para los demás —no sólo sacar provecho a lo que ahora llevamos entre los oídos, ser en suma, más inteligentes. Si elevamos la apuesta mental, podremos seleccionar los datos más significativos del informe anual de la empresa;
percatarnos de inmediato de cuándo un vendedor o publicista trata de engañarnos (¿Aumentar la estructura molecular del agua y volverla más saludable para nuestros peces beta, como promete una embotelladora? Lo dudo); entender los estudios médicos relevantes para nuestros padecimientos; captar la significación de la crisis del euro para nuestros ahorros de jubilación, y tomar decisiones más inteligentes en el trabajo, el amor, y la vida.
A partir de las más recientes investigaciones en neurobiología y ciencias cognitivas, hemos extractado esta segunda entrega anual de la guía de Newsweek/Daily Beast para ser más inteligentes en este nuevo año, haciendo un revelador descubrimiento para 2012: el cociente intelectual, que durante mucho tiempo se creyó inmutable después de la primera infancia, puede, de hecho, elevarse. Y no en uno o dos insignificantes puntos. Según un innovador estudio publicado en la revista Nature, el CI puede aumentar hasta 21 puntos en un lapso de cuatro años —o caer hasta 18.
Un cociente intelectual alto nos concede más que el ingreso a Mensa y el derecho de presumir en citas virtuales. El cociente intelectual, medido con una serie de pruebas de memoria operativa, habilidades espaciales y reconocimiento de patrones (entre otras), recoge una amplia gama de habilidades cognitivas, desde espaciales hasta verbales, analíticas y más. Y 20 puntos es "una gran diferencia", afirma Cathy Price, científica cognitiva y la directora de la investigación de la londinense University College. "Si alguna persona pasaba de un cociente intelectual de 110 a uno de 130, dejaba de ser un individuo ‘promedio’ para convertirse en ‘dotado’. Y por el contrario, si caía de 104 a 84, pasaba de la ‘media alta’ a ‘inferior a la media’". Aunque su estudio consistió de voluntarios de 12 a 20 años, Price señala que, frente a los recientes descubrimientos sobre la capacidad del cerebro para cambiar —propiedad denominada neuroplasticidad— y crear nuevas neuronas aún a los 60 y 70 años, los resultados de su investigación son válidos para cualquiera. "Considero que el desempeño en las pruebas de cociente intelectual puede cambiar significativamente [también] en la edad adulta", sentencia. "El mismo grado de plasticidad puede estar presente toda la vida".
En el estudio recién publicado, Price y colegas documentaron que los cambios de CI están vinculados a modificaciones estructurales del cerebro. En 39 por ciento de los sujetos cuyo CI verbal cambió de manera significativa, los escaneos cerebrales antes y después del estudio mostraron una modificación correspondiente en la densidad y el volumen de sustancia o materia gris (número de neuronas) en una región de la corteza motora izquierda que se activa al nombrar, leer y hablar. En contraste, en 21 por ciento que tuvo un incremento o una caída del CI verbal (solución de problemas no relacionados con el lenguaje, como el razonamiento espacial), la densidad de sustancia gris en el cerebelo anterior —asociada con el movimiento de la mano— reflejó un incremento o una reducción equivalente. Aunque podría pensarse que las destrezas motoras y cognitivas son tan disímiles como el agua y el aceite, numerosos estudios han revelado que el desarrollo de las habilidades sensorio-motrices pueden reforzar las cognitivas. Nadie sabe cómo sucede esto, a ciencia cierta, pero se postula que los dos sistemas cerebrales están más interconectados de lo que creemos. Así que aprenda a tejer, escuche música clásica, o haga malabares: es posible que aumente su cociente intelectual.
A pesar de que ejercitar la memoria a corto plazo (en esencia, el cuaderno de notas del cerebro) se considera meramente uno más de los componentes del CI general, investigaciones recientes demuestran que, en realidad, puede ser la palanca para elevar nuestra inteligencia. En uno de los hallazgos más sorprendentes de la investigación sobre inteligencia, en 2008, un grupo de la Universidad de Michigan encabezado por Susanne Jaeggi demostró que la memoria a corto plazo puede ser el fundamento más importante para la inteligencia pura. En su estudio, entrenaron voluntarios adultos en una difícil tarea de memoria a corto plazo: escuchar una secuencia de letras mientras miraban, simultáneamente, una serie de pantallas de computadoras que presentaban un cuadrado azul en diferentes ubicaciones. Se pidió a los voluntarios que identificaran si la letra pronunciada o la ubicación del cuadro correspondían a la de las pantallas presentadas con anterioridad. Cuanto más practicaban y agudizaban su memoria a corto plazo, mucho mayor era la mejoría de la forma más pura de potencia cerebral, la inteligencia "líquida" —es decir, la capacidad de los voluntarios para razonar y resolver problemas independientemente del conocimiento previo (el segmento de razonamiento de la prueba utilizó algo que se conoce como matriz progresiva: visualizar tres configuraciones geométricas y elegir, entre numerosas opciones, aquella que mejor se adecuara al patrón)—. En junio, el equipo de Michigan obtuvo los mismos resultados que niños en edad escolar, revelando que el entrenamiento de la memoria aumenta la inteligencia pura y por tanto, es la mejor manera de elevar el CI.
"Hay cierta controversia en cuanto a que el entrenamiento cerebral pueda mejorar la cognición", comenta el neurocientífico Eric Kandel, de la Universidad de Columbia quien, en el año 2000, compartió el Premio Nobel de Medicina por sus descubrimientos sobre las bases celulares y moleculares de la memoria. "Pero si realmente se ejercita la memoria —por ejemplo, memorizando poesía, como los sonetos de Shakespeare— es posible mejorar algunos aspectos de la función cognitiva".
Las neuroimágenes ofrecen pistas sobre la manera como los ejercicios de memoria mejoran la inteligencia pura. Durante el entrenamiento de memoria, los escaneos cerebrales revelan que varias regiones (corteza lateral prefrontal, corteza parietal inferior, corteza cingulada anterior, y ganglios basales) se vuelven más activas, sugiriendo que están involucradas en la memoria. Esas mismas regiones también entran en acción cuando el cerebro razona y piensa. "Aunque tengo ciertas reservas, me parece que estos estudios nos están mostrando efectos reales", dice Jason Chein, psicólogo de la Universidad de Temple quien, en sus investigaciones, encontró que los adultos entrenados cuatro semanas en una compleja tarea de memoria operativa manifestaron mejoras significativas en la comprensión de lectura.
El secreto de estos beneficios es el "entrenamiento intensivo", dice Kandel —lo contrario a los remedios cerebrales rápidos como comer arándanos o tomar jugo de granada—. La inteligencia es consecuencia de tener más neuronas y sinapsis (conexiones entre neuronas), así como el aprendizaje sólo es posible si se crean nuevas neuronas (neurogénesis) y sinapsis.
Otro elemento cerebral que debemos entrenar para aumentar nuestro cociente intelectual es la atención. Los neurocientíficos han demostrado, una y otra vez, que la atención es condición indispensable para el aprendizaje y por tanto, para potenciar la inteligencia. Sólo prestando atención podemos recordar el nombre del chico guapo que nos presentaron en una fiesta. Asimismo, los efectos en la atención explican por qué algunos estimulantes nos permiten recordar (de allí su popularidad entre los estudiantes que se preparan para un examen). La razón es que ambas sustancias elevan los niveles cerebrales de dopamina, neurotransmisor que produce sensaciones de motivación y recompensa, las cuales facilitan la tarea de concentrar la atención. Del mismo modo, se demostró que los juegos de acción y estrategia, como Space Fortress o Rise of Nations, contribuyen a mejorar la memoria y la atención. Otra forma de alcanzar el mismo objetivo, dice Price de UCL, es "la pasión". Si no nos interesa lo que estamos leyendo, viendo u oyendo, no podremos retenerlo.
Aunque mejorar el cerebro requiere de mucho trabajo, la buena noticia es que hay algunos medios que facilitan la tarea. Los "aeróbicos cerebrales" son tan beneficiosos como las abdominales. Caminar 30 minutos diarios, cinco veces por semana, estimula la producción de BDNF (siglas en inglés del "factor neurotrófico derivado del cerebro"), molécula que estimula la creación de las nuevas neuronas y sinapsis que subyacen al aprendizaje. Luego de revisar numerosos estudios de neuroimágenes, un grupo de investigadores dirigido por Arthur Kramer, de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, mostró que el ejercicio aumenta la sustancia gris en la región del hipocampo encargada de procesar nuevos conocimientos y almacenarlos permanentemente en la corteza frontal. Tal vez esto no eleve directamente el CI —la inteligencia pura—, pero rellenar la corteza con información adicional nos vuelve más conocedores.
Si la caminata de media hora nos fatiga, estupendo: la siesta no sólo restablece el poder cerebral óptimo en estado de vigilia, sino que también lo aumenta, como reveló un estudio de 2010, dirigido por el profesor de psicología Matthew Walker y sus colegas de la Universidad de California, en Berkeley. Los estudiantes que tomaron una siesta de 90 minutos a las 2 de la tarde, después de una tarea que hizo grandes demandas del hipocampo —aprender los nombres de unos 120 rostros nunca vistos—, retuvieron más información que los voluntarios que no hicieron siesta. Aún más sorprendente, después de la siesta también memorizaron más pares de nombres-rostros al reanudar el experimento a las 6 p.m. "Los que permanecieron despiertos experimentaron un deterioro en su capacidad de memoria, mientras que la siesta restableció esa capacidad a niveles aun más elevados", explica Walker. Así que, felicitaciones a Nike y la infinidad de empresas de Silicon Valley —como Google— que proporcionan salones de siesta a sus empleados.
Los electroencefalogramas —electrodos que registran la actividad cerebral— nos revelan lo sucedido. La cantidad de impulsos de sueño que experimentamos durante la siesta (descargas de actividad eléctrica que Walker llama "descorches de champaña en el cerebro"), predice cuánto podría mejorar nuestra capacidad de aprendizaje al despertar. En su opinión, los husos del sueño indican la actividad del hipocampo mientras transfiere información para almacenarla permanentemente en la corteza. Es como el transferir datos desde una memoria USB al disco duro, operación que "consolida la información descargada para almacenarla a largo plazo y, al mismo tiempo, libera la capacidad para asimilar nueva información: el aprendizaje", explica Walker. Cuanto más eficaz sea la transferencia de información del hipocampo (memoria operativa) a la corteza, mayor será la información a la que podremos acceder cuando lo necesitemos.
Incluso sin siesta, el cerebro puede encontrar el tiempo de descarga que necesita, algo conocido como "red en modalidad default" —en esencia, la actividad cerebral que se produce cuando nos entregamos a la ensoñación en estado de vigilia o dejamos la mente en blanco—. Con base en imágenes de resonancia magnética (MRI) científicos de la Universidad Tohoku, Japón, midieron el flujo sanguíneo cerebral de 63 voluntarios que mantuvieron la mente en blanco. En el artículo publicado en la edición de noviembre de la revista PLoS One, los investigadores informaron que los individuos con más afluencia sanguínea en la sustancia blanca (que conecta las neuronas entre sí) obtuvieron una mayor puntuación en la tarea de generar nuevas ideas. Dado que la creatividad estriba en establecer conexiones que otros pasan por alto, es lógico que el aumento de actividad en la sustancia blanca, mientras el resto del cerebro permanece en modalidad default, favorezca la creatividad. Así que guarde su BlackBerry y permanezca ocioso.
¿La hiperactividad se lo impide? Entonces, vaya con todo con una inyección de cafeína. Aunque no nos vuelve más creativos, el café agudiza nuestras facultades mentales, como atestiguan miles de millones de adictos a la oscura infusión. En 2011, la revista Nature Neuroscience publicó un artículo que respalda esta opinión, revelando que la cafeína fortalece las conexiones cerebrales en ratones de laboratorio. Los roedores que recibieron inyecciones de cafeína equivalentes a dos tazas de café manifestaron una actividad eléctrica más intensa en las neuronas de una región del hipocampo denominada CA2, señalan Serena Dudek y sus colegas del Instituto Nacional de Ciencias de Salud Ambiental. Y mayor conectividad se traduce en mejor aprendizaje y memoria.
En el caso de las funciones cognitivas superiores, la estrategia de más sólida evidencia es también la más difícil: aprender un segundo idioma. Cuando alguien domina dos idiomas y tiene que elegir entre, digamos, español o francés, los circuitos corticales donde residen las dos lenguas se activan y la corteza prefrontal interviene para elegir la palabra adecuada para las circunstancias —por ejemplo, hombre u homme—. La corteza prefrontal también es asiento de las funciones superiores y el ejercicio del bilingüismo fortalece habilidades que incrementan el CI, como resolución de problemas y cambio de atención, informa la científica cognitiva Ellen Bialystok, de la Universidad de York, Canadá. Más aún, en febrero pasado, Bialystok y sus colegas anunciaron que este entrenamiento puede retrasar la aparición de la demencia hasta cinco años.
Todo ejercicio mental, por no hablar del bilingüismo, requiere tiempo y por ello todos queremos creer que es posible aumentar la inteligencia con ciertos alimentos. Después de todo, ¡es fácil comer! Sin embargo, un análisis de cientos de estudios, realizado en 2010 por investigadores del Centro Duke de Prácticas Sustentadas en Evidencias, halló que muchas de las recetas más publicitadas para mejoramiento cognitivo son un fracaso. Los complementos de vitaminas B6, B12, E o ácido fólico de nada sirven para preservar la función cognitiva, y mucho menos mejorarla. Las evidencias no son mucho mejores para la dieta mediterránea. En términos generales, aún no disponemos de pruebas fiables de que los alimentos ricos en antioxidantes o flavonoides mejoren la inteligencia, aunque los científicos cifran esperanzas en numerosos alimentos e ingredientes exóticos. Por ejemplo, algunos estudios pequeños sugieren que la cúrcuma (especia común en la cocina india) y el jugo de granada pueden mejorar la memoria u otras funciones cognitivas.
Aun así, todo se reduce al ejercicio cerebral. Entrenar la memoria; tomar cafeína; descansar y hacer acondicionamiento aeróbico; realizar ejercicios computarizados para mejorar la atención; y seguir un régimen de lectura, observación y acción interrumpido con suficiente tiempo de inactividad mental: todo promete volverlo más inteligente en 2012 y años posteriores.
Fuente: Newsweek
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