Leo en un post lo que tantas veces he oído de madres y padres preocupados:
"Mi niña ha sido diagnosticada como superdotada y empiezo a enfrentarme a los efectos colaterales, no estoy preparada para responder adecuadamente a sus preguntas ya que son muy complejas para su edad, como es muy sensible lo pasa muy mal con las actitudes de rechazo o las injusticias y no se la mejor manera de ayudarla a encajar esas cosas, se empieza a aburrir en el colegio, a ser rechazada por compañeritos.... bueno, si tenéis hijos así sabréis de qué os hablo."
Y lo que hasta ahora comprendía con lo que la lógica y la inteligencia interpersonal me permitían, se corrabora ahora al leer en una noticia que el rechazo social perjudica la salud.
En ese sentido los niños y niñas que son diferentes, que sufren la falta de aceptación en el grupo o que padecen cualquier otra forma de integración social, sus problemas no estarían relacionados únicamente con temas del ámbito psicológico o emocional, sino también de forma directa con enfermedades como la artritis, el asma, las enfermedades cardiovasculares y hasta la depresión que, al parecer, pueden ser detonados por la indiferencia que muestran hacia nosotros otras personas y el rechazo social. Esa es al menos la conclusión a la que han llegado el psicólogo George Slavich y sus colegas de la Universidad de California.
Tras solicitar a 124 voluntarios que pronunciaran discursos y realizaran ejercicios mentales y aritméticos frente a un auditorio indiferente y hostil, pidieron a una cuarta parte de ellos que participara en videojuegos de computadora multijugador, donde los otros participantes recibieron la instrucción de excluirlos. Los análisis mostraron que la situación de rechazo social aumentaba la actividad inflamatoria de sus organismos. Si esta inflación se vuelve crónica, concluyen los expertos, puede desencadenar artritis reumatoide, cáncer, enfermedades cardiovasculares y depresión, entre otros problemas de salud.
Además, los análisis por resonancia magnética del cerebro de los participantes mostraron que los niveles inflamatorios más elevados estaban asociados a una mayor actividad cerebral en las áreas que responden al estrés social, concretamente la corteza cingulada dorsal anterior y la ínsula, vinculada a emociones básicas como odio, miedo, felicidad y tristeza. "Esto constituye una evidencia más de que nuestro cuerpo y nuestra mente están íntimamente conectados”, asegura Slavich, que publica su investigación hoy en la revista PNAS.
Como explicación a la excesiva respuesta inflamatoria del organismo tras la exposición al rechazo social, Slavich sugiere que se debe a que el cuerpo humano se prepara automáticamente para un posterior ataque físico. Las citoquinas que regulan el sistema inmune y producen inflamación se liberan para reducir el riesgo de infección en caso de agresión.
Fuente: Muy Interesante
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