miércoles, 8 de febrero de 2012

Más rápidos que la mente

Antes eran niños superdotados y ahora de altas capacidades. Se desconoce cuántos hay en España. Muchos se ocultan por miedo a los demás. Tener una inteligencia por encima de la media parece un regalo, pero puede estar envenenado.


Si el niño hubiera mostrado un virtuosismo prematuro con el balón habría acabado en un centro deportivo de alto rendimiento entre los aplausos de sus amigos y la envidia disimulada de los padres de sus amigos. Pero no hubo suerte y lo único que hizo fue aprender a leer por su cuenta a los tres años de edad. Es ahí donde comenzaron sus problemas.

Son problemas que afectan oficialmente a los niños con altas capacidades, los antes llamados superdotados

No es fácil encontrarlos. Puede ser el alumno que se pasa la clase mirando por la ventana, el incapaz de concentrarse, el hiperactivo, el estudiante aislado al que persiguen los demás, el que saca malas notas o el que consigue sobresalientes. Puede ser también un niño que no muestra ninguna habilidad especial y se esfuerza por ser como el resto de sus compañeros para no ser descubierto. Un número indeterminado de jóvenes con altas capacidades mantiene encorsetada y en secreto su inteligencia, en ocasiones con el apoyo de sus familiares. Tienen miedo a los demás.

Role y equis
Haimar paseaba por la calle con sus padres cuando señaló un rótulo y dijo «Role y equis». Cometió un error porque la respuesta correcta era 'Rolex', pero el fallo bien podía deberse al hecho de que a sus tres años aún no había llegado a la equis en su camino autodidacta hacia la lectura.

Sus padres quedaron sorprendidos, aunque algo sospechaban porque ya se habían dado cuenta de que algo rondaba por el cerebro de su hijo. «Era especial, lo llevábamos en el carrito y con dos años iba leyendo los números de los portales. También nos enteramos de que cuando en la guardería enseñaban a los alumnos fichas con puntos, Haimar se fijaba en los números de la parte trasera», recuerda Carlos Rubio, padre del niño.

Haimar tiene ahora siete años y estudia en San Sebastián. Cuando vuelve de clase y en casa le preguntan qué ha hecho, contesta que «relaciones sociales». Es una materia que se le da bien, porque no tiene ningún problema con sus compañeros. «Él sabe que sabe más y cuando acaba sus ejercicios ayuda a sus amigos».

Pero no siempre sucede lo mismo. Carlos Rubio tiene a su lado a dos madres de niños de altas capacidades, también integrantes de Fanjac, que prefieren mantener el anonimato para que sus hijos pasen desapercibidos. Entre los tres explican los problemas a los que se enfrentan los alumnos que, a veces a su pesar, destacan por su nivel de inteligencia.

«Es como si ves una película por décima vez, que te la sabes de memoria». Así se sienten muchos jóvenes de altas capacidades que «se aburren y desconectan» cuando el profesor explica a sus compañeros materias que ellos ya conocen. «El niño empieza a incordiar a los demás o está distraído». Es lo que le ocurrió a Haimar, cuyos antecedentes incluyen dos expulsiones de clase por mirar por la ventana. «Es que ya se lo sabía todo y se aburría», asegura su padre.

Las dificultades aumentan con la edad, sobre todo cuando el niño se da cuenta de que su ansia de saber solo le proporciona complicaciones. «Dejan de tener ganas de aprender y en muchos casos fracasan en el colegio». Y a medida que pasan los años, el ya casi adolescente se siente diferente a los demás pero también necesita amigos. «Llegan a la conclusión de que pertenecer a un grupo es más importante que el conocimiento. Quieren ser como los demás y es entonces cuando se camuflan y entran en el armario».

Carlos Rubio ha tenido suerte con el colegio de su hijo. «Este año le van a sacar de clase dos horas a la semana para darle un nivel superior de Matemáticas y Lengua». Sus compañeras de asociación no pueden decir lo mismo. «En mi caso -explica una de ellas- el centro dio respuesta pero después de que surgieran los problemas, por eso queremos atajar ese recorrido para que el niño no sufra». «Lo que pasa -afirma su amiga- es que los colegios se muestran muy reacios a tomar medidas que diferencien a nuestros hijos del resto, algo que no se pone en duda en los casos de discapacidad».

«Se está mediocrizando a los niños de altas capacidades para que no tengan problemas», sostienen los padres. Ellos son conscientes de que su actitud puede ser confundida con un afán de elitismo, sobre todo cuando se muestran a favor de la creación de centros de excelencia, pero se defienden con el argumento de que «la educación tiene que garantizar la igualdad de oportunidades para que todos puedan desarrollarse al máximo».

Si el niño hubiera tenido magia con el balón habría ingresado en una elitista escuela de fútbol entre aplausos. Pero no fue así y ahora en clase se hace la siguiente pregunta: «¿Vengo a aprender o a un aparcamiento?». «Imagina a un corredor de cien metros que es más rápido que los demás pero su entrenador le dice que no puede batir el récord porque no tiene edad. Eso es lo que les piden a nuestros hijos», afirma la madre del niño.

Fuente: Diario Vasco

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