Brillantes, con un gran talento pero también con dificultades para
relacionarse con sus semejantes. Algunos niños superdotados optan por
ocultar sus capacidades.
Genética y entorno. La inteligencia se hereda pero
también se adquiere a lo largo de la vida. “Son dos tipos de
inteligencia que se conjugan en una y dan como resultado la capacidad
del individuo para aprender, realizar tareas, desarrollarse y, en
definitiva, adaptarse al medio”, indica Celestino Rodríguez, profesor de
Psicología de la Educación en la Universidad de Oviedo.
Un
ambiente enriquecedor aumenta las posibilidades de desarrollar la
inteligencia. “No obstante, hay veces en las que aunque el entorno sea
adecuado, no estamos predispuestos genéticamente para el desarrollo
cognitivo”, afirma.
Según comenta el especialista, se suele
considerar superdotado a una persona cuyo cociente intelectual es de 130
o superior, mientras que el cociente intelectual medio de la población
general es de 100. Sin embargo, Rodríguez asegura que la superdotación
no se determina sólo en función de esta cifra.
“La superdotación
no es un estado homogéneo. Al contrario, hay más disimilitudes que
parecidos. Sólo teniendo en cuenta la inteligencia a nivel psicométrico,
se encuentran diferencias importantes entre los niños de cociente
intelectual 130 y los de más de 200”, explica María del Carmen Blanco
Valle en la “Guía de identificación y seguimiento de alumnos
superdotados”.
Con todo, estos niños “presentan generalmente una serie de rasgos que nos pueden ayudar en su identificación”, añade.
Gatear
a los seis meses, tener un vocabulario avanzado a los veinticuatro
meses o contar hasta diez a los dos años y medio son algunos de estos
rasgos.
A la hora de detectar a un alumno con altas capacidades,
los profesores deben fijarse en características como “la creatividad,
además de la capacidad de estar despierto y de sintetizar con rapidez
todo lo que se le dice o lo que ve”, explica Celestino Rodríguez.
Los
niños superdotados tienen una gran capacidad para retener información.
“Pueden entrar en una sala, estar allí aproximadamente diez segundos,
salir y comentar todas las cosas que hay en el interior. Con unos
segundos les sobra para hacer una fotografía exacta del lugar”, afirma
el profesor de Psicología de la Educación.
Asimismo, los
superdotados “suelen tener algún don con las artes plásticas, la música o
con otras especialidades que no sean puramente la cognitiva”, apunta.
Sin
embargo, a menudo presentan dificultades para relacionarse con sus
semejantes. “Suelen ser niños dominantes a los que les cuesta integrarse
en un grupo”, apunta Mercedes Fernández, maestra de educación primaria.
Mercedes
destaca el caso de un niño con altas capacidades que a los tres años
cuenta de dos en dos en inglés hacia atrás para entretenerse mientras
sus padres le llevan en coche. Pero se trata de un pequeño con tendencia
al aislamiento y que tiene pocos amigos.
Alumnos selectivos
“Los
superdotados son selectivos. Les gusta lucirse en las materias que más
les interesan pero no destacan en otras asignaturas, en las que pueden
estar, incluso, por debajo de los niveles de la clase”, afirma.
“Los
alumnos superdotados necesitan retos educativos diferentes para evitar
el fracaso escolar”, asegura Esteban Sánchez Manzano, miembro del
Departamento de Didáctica y Organización Escolar de la Universidad
Complutense de Madrid en el libro “El proceso de enseñanza y
aprendizaje”.
“Con frecuencia estos alumnos se aburren en la
dinámica de las clases y dejan de atender a las explicaciones del
profesor”, apunta.
“Muchos de ellos no manifiestan sus
capacidades ni habilidades con el fin de adaptarse al conjunto de la
clase y ser aceptados por profesores y compañeros, pero esto mismo les
hace perder espontaneidad en sus comportamientos y caen, en algunos
casos, en obsesiones y depresiones”, señala Sánchez Manzano.
El
profesor Celestino Rodríguez conoce algunos casos de niños que tratan de
esconder su capacidad. “Los demás pueden etiquetarlo como el listillo
que todo lo sabe y eso puede llevar a un cierto ambiente de acoso
psicológico”, opina.
“Muchas veces el niño actúa de esta manera
o, incluso, fracasa en sus estudios, lo que resulta paradójico. Una de
las razones puede ser que no quiere destapar la gran capacidad que tiene
para que los demás no le aparten del grupo”, puntualiza.
Rodríguez
afirma que los niños con altas capacidades necesitan “una estimulación
flexible en función de sus preferencias. Su ambiente debe basarse en
aquello que más les motive y estimule y no encorsetar su capacidad en un
currículo escolar rígido”.
“La inteligencia es dinámica”,
afirma. “Si somos capaces de estimular al niño, un cociente intelectual
de 100 pueden convertirse en 120 ó 130”, aclara.
Hay capacidades
que muchas veces “están dormidas por ausencia de motivación, por falta
de atención o por no disponer de un ambiente enriquecedor. Pero se puede
trabajar, se puede avanzar en la inteligencia”, asegura.
Fuente: La Vanguardia
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